domingo, 30 de diciembre de 2012

LA MUERTE DE NEWSWEEK Y OTRAS MUERTES

Por Eduardo García Aguilar
La desaparición esta semana de la legendaria revista estadounidense Newsweek en papel, a la que antecedieron las extinciones de numerosos periódicos y revistas en ricos países democráticos de Occidente que mueren día a día como moscas, muestra la tendencia ineluctable al predominio de la virtualidad y a la llegada de una nueva era donde cada ciudadano será un periodista móvil y multimedia del instante.
La deliciosa costumbre de leer el diario en el café entre el bullicio de los comensales o la espera del periódico en casa antes de iniciar el desayuno para enterarse de las noticias del día y guiarse para opinar en la jornada, quedará ya como un ritual arcaico de abuelos y bisabuleos, mientras las nuevas generaciones pasan directo al auge de los teléfonos portátiles inteligentes y las tabletas, cada día más accesibles y baratas.
Es cierto que todavía diarios y revistas son muy vigorosos en muchos países asiáticos, africanos y latinoamericanos, donde todavía se resisten a desaparecer y por el contrario crecen en medio de la corrupción política y engrosan su cartera en tiempos de la cíclica y multimillonaria temporada electoral que aporta maná caído de los cielos.
En países emergentes y corruptos como Brasil, México, India, China, Indonesia o Sudáfrica, o en los países del Este europeo, los diarios siguen compartiendo el poder hegemónico con la radio, la televisión y la publicidad callejera, e incluso suelen tener un enorme paginaje como en los buenos tiempos en que Los Angeles Times o The New York Times pesaban dos kilos en su edición dominical. Pero ese auge tiene la apariencia de la artificialidad.
Tal vez esa buena salud de los diarios en papel en países emergentes como México o Brasil se deba también a la inyección desbordada de dineros públicos o sucios por medio de la publicidad de ministerios, alcaldías y gobernaturas o empresas oficiales o privadas, que nutren sin control las arcas de esos medios a cambio de control ideológico y propaganda y muchas veces en espera de retrocomisiones.
En esos países donde reina la corrupción, los periódicos y revistas prósperos, las televisiones y las radios, pertenecen a veces a unas cuantas familias o grupos de poder que ejercen a su vez el poder político y económico y controlan así todas las arcas del Estado, por lo que la vida y la prosperidad de esos medios son en la mayoría de los casos artificiales y una feliz fiesta endogámica.
En México, país muy rico donde la danza de los millones y el derroche es impresionante, diarios y revistas cumplen todavía al lado de radio y televisión una función decisiva en el rumbo político del país y hay un aceitado sistema donde los generadores de opinión pueden hacerse ricos en un abrir y cerrar de ojos con solo seguir la línea del gobierno nacional o local de turno y participar en las campañas de desprestigio o elogio del caso, según las pautas marcadas por los asesores de comunicación.
El día en que llegue la transparencia y se ejerza el control estricto de los dineros públicos en esos países, como ocurre en muchas democracias occidentales, todos esos imperios mediáticos se derrumbarán como castillos de naipes, pues solo son hábiles entramados de lavado de dinero ilegal y público.
El asunto es obvio cuando se ve el tamaño cada vez más raquítico de diarios y revistas en países democráticos ricos, cuando no se anuncia la desaparición pura y simple de los mismos, mientras engordan algunos medios de los países del llamado Tercer Mundo, donde en la capital y sus regiones pueden convivir a veces decenas de grandes y prósperos periódicos y revistas.
Cuando se lee en la última portada de Newsweek, que ya de por sí era una publicación raquítica en papel, la invitación a lectores y suscriptores para que se den de alta rápidamente para recibir la edición virtual por Internet, se comprende con toda claridad que la nueva era del periodismo sigue su rumbo incierto hacia el precipicio, guiada por los cantos del flautista de Hamelin.
Y vale la pena preguntarse con estupor qué harán entonces los centenares de miles de jóvenes graduados en costosas escuelas de periodismo en el mundo entero, porque esa profesión se había vuelto la carrera de moda para alumnos indecisos que no encontraban vocación alguna y soñaban con aparecer algún día en televisión o hacer de reporteros internacionales en países lejanos, cuando cada vez hay menos enviados oficiales, desbancados por aficionados o stringers que reportan casi gratis y al instante desde cualquier lugar del planeta.
La proliferación de sitios, blogs, medios virtuales de grupos o asociaciones no gubernamentales, el hecho de que cada individuo tiene en su teléfono portátil o su tableta un eficaz instrumento multimedia, y es ya de facto un periodista en potencia, convierte en grandes elefantes blancos a las facultades de periodismo, a las agencias internacionales y a los grandes medios tradicionales, que como Newsweek y tantos otros grandes diarios y revistas mueren mientras concluye la larga era de la imprenta de Gutemberg.