domingo, 9 de diciembre de 2012

PEQUEÑA GUÍA ECOLÓGICA DE MÜNICH


Por Eduardo García Aguilar*
Un río libre y natural, el Isar, la cruza en una serie de meandros selváticos que desde los tiempos de los bárbaros y los reyes siempre se han conservado para delicia de los amantes de la naturaleza. A su alrededor abundan lagos como el Ammersee y el Starnberger See que surgieron de los deshielos de las glaciaciones y hoy son deliciosos balnearios alpinos.
Además, las montañas de los Alpes, las inmensas cumbres nevadas que inspiraron a los románticos bucólicos Hölderlin, Von Kleist, Novalis, Heine y Goethe, le otorgan a la región un clima cambiante de lluvias desatadas y soles potentes que se mezclan con el viento y la nieve en invierno o la canícula y el aroma vegetal en verano.
Para quien ignore la historia contemporánea, sería una verdadera sorpresa enterarse de que en esta ciudad se originó en los años 20 del siglo pasado el nazismo de Adolfo Hitler y su amigo Heinrich Himmler, quienes crearon el partido y las ominosas SS en algunas de las cervecerías repletas de gente que hoy todavía pueden vistarse con cierta inquietud macabra.
Aquí dio sus primeros pasos el pintorzuelo austriaco Hitler, pues en una tienda fotográfica conoció a su gran amor Eva Braun y con sus lugartenientes creó las primeras células de un partido que llegó en 1933 al poder, después de la ominosa Noche de los cuchillos largos, presagio de futuros horrores como la Jornada de los cristales rotos y los campos de concentración.
Es cierto que estos hechos históricos persiguen al visitante enterado cuando entra a la céntrica cervecería donde se reunían los nazis a celebrar sus avances al calor de la música, las salchichas y la cerveza bávaras o cuando recorre las avenidas que aparecen en las viejas tarjetas postales, por donde recorrían antes las hordas agresivas del Nacional-Socialismo con sus uniformes estrictos.
Pero el contraste es extraordinario al percibir que una nueva sociedad ha emergido y que Münich es hoy gobernada por una coalición de socialdemócratas y ecologistas, ejemplo de gobierno para otras ciudades del mundo que rinden culto al cemento, los edificios enormes, al ruido, el esmog, las autopistas y los automóviles.
Estoy hablando de Münich, la ciudad alemana del sur, capital del Estado Federado de Baviera, que en los viejos tiempos perteneció o estuvo aliada a otras esferas geopolíticas como el Imperio Sacro Germánico y el Imperio Austrohúngaro.
La ciudad nutre sus raíces culturales en las montañas nevadas, las grandes cascadas, los bosques llenos de luciérnagas, enanos, brujas, elfos y gnomos de cuento romántico escrito por los hermanos Grimm o por Hoffmann, entre otros autores de relatos fantásticos.
Rodeada de campos boscosos donde las costumbres de otros siglos se conservan, como los enormes árboles adornados que dieron origen al tradicional de navidad que invadió el planeta, las vestimentas excéntricas que se guardan y se usan con orgullo, los sombreros tiroleses, las calzonarias de cuero con tirantes para los hombres y las faldas y las cofias campesinas coloridas para las mujeres, la ciudad está llena de sorpresas barrocas.
Los campos huelen a abono natural, ya que los pesticidas han sido reducidos por los gobernantes ecologistas y ya es natural el paisaje de los paneles solares sobre los techos de las viejas casas de campo, que adoptaroncon entusiasmo una energía natural que genera lo necesario para la vivienda e ingresos extras al venderse los excedentes para la comunidad.
Y eso sin contar el uso del agua fluvial que baja de los Alpes para crear energía hidráulica ecológica en todos los meandros de sus ríos y lagos, por lo que no es estraño encontrarse con represas naturales que arrullan con el sonido insistente de las aguas retenidas y liberadas. Igual ocurre con el viento alpino que en un abrir y cerrar de ojos despeja las nubes y deja el azul firmamento libre.
Münich es el paraíso de la cerveza y durante todo el año se rinde culto a la deliciosa bebida, servida en recipientes de todas las formas en las múltiples fiestas paganas que celebran con cualquier motivo los habitantes de este lugar y cuyo punto climático es la famosa Oktoberfest.
Hay un aire pagano en todas las celebraciones ruidosas que practican, ya sea con motivo del verano, la primavera, el otoño o el invierno, o usando como pretexto el triunfo del Bayern de Münich, su equipo de fútbol. Por las amplias avenidas la gente sale a celebrar esgrimiendo sus cervezas, en medio de la alagarabía de los músicos y la alegría de una juventud cada vez más mestiza y abierta a los aires del mundo. Abundan turcos, árabes, asiáticos, latinoamericanos, españoles.
En verano se suceden las celebraciones y en las boscosas islas o riberas del río inmemorial se practica el nudismo, que en otros lugares es más discreto o incluso prohibido. Los gobernantes socioecologistas han decidido dar rienda suelta a esa práctica pagana que da contacto con el sol y la naturaleza y genera paz y bienestar, y que otras ciudades del mundo deberían propiciar.
Las ciudades modernas suelen canalizar sus ríos o rodearlos de muros de piedra y cemento y sobre sus riberas se construyen autopistas como ocurre en París, pero en Münich las autoridades decidieron dejar
via libre a esa naturaleza que ya conservaba el rey Ludwig, cuando cuidó el Jardín inglés, un inmeso bosque del palacio que hoy sigue allí a salvo de construcciones citadinas, urbanizaciones venales y la voracidad de los agentes inmobiliarios.
En las amplias avenidas del centro, junto a iglesias y palacios decimonónicos, en el barrio francés, en la antigua Marienplatz, junto a sus construcciones barrocas o modernas, se siente ese aire original de una Baviera convencida seguidora de la naturaleza, los vientos, la fiesta pagana y la hirsuta rebeldía campesina que escribió jornadas históricas hace siglos.
Münich dio la espalda para siempre a su pasado más negro de Hitler. Es una ciudad poderosa y rica y sin duda falta mucho por hacer, pero los gobernantes contemporáneos hacen esfuerzos a favor de las energías alternativas como muestra de que puede estar pasando la era de la industrialziación depredadora y contaminante que en otros países emergentes se considera la única vía de un equivocado progreso. 
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* Publicado por La Patria. Manizales. Domingo 9 de diciembre de 2012.